miércoles, 31 de agosto de 2011

La Sala: Italia36 (1/3)


    Elena está contando el dinero que se estimó valdría el ejemplar. Las órdenes fueron claras: conseguirlo al precio que fuera. Pero, claro, no hay que tirar la casa por la ventana; si se pudiese regatear, se regatearía.
   Ely llega media hora tarde. Elena se exaspera. Está cansada de los retrasos de su compañera. Hizo bien en citarla tres cuartos de hora antes. Se acerca al puesto de helados y pide una granizada de limón para combatir el calor. Se vuelve a sentar en un banco a la sombra de un naranjo y le da volumen a su prehistórico mp3. Quince minutos después aparece Ely corriendo, roja como un tomate, aunque no de vergüenza.
   -Elia, llegas cuarenta y cinco minutos tarde -dice Elena.
   -Lo siento, Ele, es que tenía que dejar las compras en el piso -parece muy arrepentida-. ¿Crees que lo habrán vendido ya? ¿O te has adelantado?
   -Mira detrás tuya -da por toda respuesta.
   Ely obedece y observa cómo, al otro lado de la plazoleta abren las rejas de una tienda. Entonces se gira enfadada.
   -Dijiste que abrían a las 5:30pm.
   -Ya. He mentido a posta.
   -¿Qué te tengo dicho? Si vienes a primera hora no hay oportunidad de regateo, tienes que preguntar, ofrecer, rechazar, irte y volver más tarde. ¡Casi me ahogo del carrerón que he metido!
   -No creo que haya muchas oportunidades. Éste caso es de rango C, y no podemos perder la oportunidad.
   -¿C? ¿Y cuál es el riesgo? ¿Hay anuncios en Internet? -pregunta Ely un poco más seria.
   -Sí. Por lo que hemos podido ver, uno en la personal de esta tienda y tres de coleccionismo.
   -¿Cuántos años tiene?
   -Primera edición con dedicatoria.
   -¡¿Se puede saber qué hacemos aquí?! -grita, y se marcha.
   Elena se sobresalta. Todavía no se acostumbra a los cambios de humor de su nueva mejor amiga.
  Ambas se dirigen apresuradamente hasta la librería. Es muy nueva. Los estantes están prácticamente desnudos. Elena observa el objetivo mientras Ely idea la estrategia de la compra. Observa al chico de la caja. Demasiado joven para su gusto. Unos veinticinco años. Pero no es de letras, más bien de cemento y hormigón. Malo. Tendrá que recurrir a la pose sexy, que obtiene muy pocos resultados, pero en este caso es la mejor opción.
   Elena comprueba que es auténtico, unos ciento cincuenta años en buen estado. Primero debe determinar si es el que están buscando: firmado por el autor para el duque de Orleans. Lo examina, compara la letra con la foto de su bolsillo. Acaricia con las yemas de los dedos el lomo y algunas páginas: rígido. Por último lo huele... óxido, polvo, tinta de colonias inglesas, tabaco y opio. A simple vista, olfato y tacto no hay nada que indique que es falso.
  Precio: noventa euros. Casi la mitad de lo que tenían pensado.
   Elena hace un gesto afirmativo a Ely y ésta empieza:
   -Hola -saluda apoyada en el mostrador con una enorme sonrisa con un toque de pircardía-. ¿Qué tal estás?
   El chaval resulta ser un bobalicón y se queda mudo.
   Entonces Elena suelta el libro suavemente sobre la mesa para no bajar al sujeto de la nube.
   -Creo que éste es perfecto para llevárselo a mi abuelo -continúa la cazadora sin apartar los ojos de su presa. Lo abre como quien no quiere la cosa y pone cara de pena al ver letras en la primera página -. ¡Oh! ¡Pero si está garabateado! ¿Cómo le voy a regalar ésto a mi abuelo?
   El pobre ingenuo mira cómo se borra la sonrisa de Ely y quiere volver a recuperarla:
   -Vaya, tranquila, arrancaré la página -sugiere agarrando ya el papel.
   -¡No! -gritan las dos a la vez.
   El muchacho se queda entre asustado y extrañado.
   -Con lo viejo que es -responde Ely-... a ver si te lo vas a cargar entero.
   La presa, sin ningún tipo de sospecha, piensa en la solución.
   -Mira, vamos a hacer una cosa -sólo se dirige a Ely- como está manchado, nadie se lo va a querer llevar, así que te lo regalo.
   Claro, ahora, las que se quedan sorprendidas, son ellas.
   Entonces oyen los pasos cansados de un hombre con bastón o muleta junto con la voz de la experiencia.
   -¿Ha venido alguien? ¿Qué ocurre?
   -Muchas gracias -se despide Ely con una sonrisa arrebatadora y entusiasmada mientras saca a empujones a Elena de la tienda-. Corre, vámonos. ¡Deprisa!
   Fuera, Ely camina deprisa y al girar la esquina, aún más. Elena, como todavía es un poco novata, pregunta por qué corren.
   -El viejo, el dueño,... Sigue andando, vamos, rápido... Cuando se dé cuenta de qué ha hecho su nieto o quien sea, va a venir corriendo detrás de nosotras -dos manzanas más tarde, giran otra esquina y se sientan en un portal-. Si tiene buenos pulmones, podremos oír los gritos desde aquí. En realidad me siento como si hubiese robado. Pero no tenemos la culpa de la ignorancia del chaval. ¡Verás cuando se lo contemos a Eddy en La Sala!


   La Sala era al lugar más asombroso que Elena había visto en su vida. Sin tener nada que ver, lo relacionó con los edificios musulmanes: fachada austera con interiores bellísimos. Pero ya digo que no tiene nada que ver. El edificio en sí era renacentista, una más de las copias de la Villa Rotonda (pero a lo grande): mármoles, columnas, frontones y arcos de medio punto. Había sido sumamente luminoso y tan blanco que, a pesar de elementos algo macizos, había un aire vaporoso, de ligereza. Y además no se llamaba La Sala, sino Blanca Arcadia, pero acabó por parecer un nombre cursi y terminó siendo sustituido.
   Pero esto no es nada realmente extraño y exclusivo. Lo que lo hacía especial era estar totalmente rodeado de una estructura de hormigón, chapa y cristal. De ese modo parecía una nave de oficinas y almacén, quitando al mundo un lugar más de esplendor y culto.
   ¿Por qué? Eso es una larga historia que ya se irá descubriendo.
   ¿Qué era La Sala? Una mezcla de comuna de coleccionista con otras muchas cosas, como una biblioteca privada o un centro de investigación de la historia de la literatura universal. Algo así como un club selecto, una organización que pronto cumpliría su bicentenario, que se dedicaba a reunir en un solo lugar las mayores joyas en papel. Todos los miembros tenían acceso a cualquier obra, si bien algunos requerían más seguridad que otros.
   En realidad funcionaban como una sociedad secreta de espías. El secretismo era imprescindible por varias razones: había otros coleccionistas que no dudarían en arrebatar el esfuerzo de tantos años, grupos radicales en contra de "algo" en especial que quieran destruir,... y, sobretodo, muchos de los artículos podrían ser considerados patrimonio público, con lo que acabarían bajo la llave de alguna vitrina de alguna sala de algún famoso museo. En cualquier caso, levantar el secreto, significaría el fin de la sociedad y no se quería ni pensar en las posibles consecuencias.
   Por ello, los miembros pasaban un exhaustivo examen y un largo período de formación.
Elena fue sugerida a la sociedad por su amigo Eddy. Durante casi un año la estuvieron investigando y comprobaron su afán por los libros, la forma tan meticulosa que tenía de tratarlos y su pequeña obsesión de investigar cada obra hasta quedarse satisfecha. De modo que, una vez comprobado que podría ser óptima, se le ofreció formar parte de la organización cuando recién cumplía los 18 años. Primero haría un curso intensivo de literatura universal en dos meses, y debía hacer un examen de 300 preguntas cuyas respuestas serían una frase. Debía tener correctas, al menos, 290. Una vez dentro se le asignaría una función en la que ella estaría de acuerdo. De modo que se formó para la verificación de autenticidad. Pero aparte, debería estudiar una carrera propia (ella escogió Hª del Arte) y varios idiomas: los grandes europeos, griego clásico, latín y ebreo. Y por último, pero no menos importante, debía tener una forma física tal que superase unas pruebas muy exigentes.
   Después era asignada a un grupo. Cada grupo se dedica a un tipo de misión: investigación, recaudación, conservación, estudio,... Cada grupo tiene su subgrupo, varios miembros de distintos subgrupos pueden formar una sección dentro de una célula,.... La unidad indivisible es la pareja, que debe reunir entre los dos miembros el mayor número de características posibles, acordes con sus misiones.
   Éstas se clasifican en cuatro grados: A, para una misión que puede ser realizada por cualquier subgrupo; B y C tienen un significado diferente para cada subgrupo (siendo C de mayor importancia que B); la D es de Delicado, significa, para cualquier pareja, que es una misión difícil que requiere cautela, que se trata de una misión única.


   Elena está asignada al grupo de recaudación, subgrupo de compra; y actualmente se encuentra en la célula de Italia. Esta célula está formada por dos parejas de investigación teórica, dos de investigación de campo y cinco de ejecutores, de las cuales, cuatro son recolectoras y la otra defensora. Lo habitual no es que haya una célula tan grande en un lugar, y menos, permanente. En cada apartado del mapa había al menos una pareja de investigadores teóricos y otra de ejecutores, variando el número y la cercanía según el lugar.
   La razón de que se hallen tantos ahí, es que andan tras la pista de un ejemplar único: un manuscrito de Aristóteles. Según las investigaciones, habría pertenecido a un coleccionista de objetos únicos. Este rico (ciertamente, habría de haberlo sido mucho) ha caído en desgracia y está vendiendo su colección.
   Como se puede suponer, la venta de algo así es peligroso, porque no sólo es profundamente codiciado, sino que nadie debe saber que existe (al igual que muchos otros artículos de este señor). Los mensajes que este vendedor "manda" son vagos y, en ocasiones, incoherentes. El mercado de obras de arte es distinto y muy superior al negro vulgar: cada objeto debe ser rápidamente vendido, su rastro se pierde inmediatamente, a veces antes de saberse de su existencia. Éste es un caso excepcional, y tiene a la célula Italia36 (por ser ésta la trigésimo sexta vez que se forma un grupo tan grande en este país) en tensión constante: los investigadores teóricos están continuamente recaudando información sobre TODO, los de campo, lo propio, y los ejecutores, cada pareja, haciendo sus cábalas según su experiencia. Cada par ha hecho sus planes para cada posibilidad a partir de la información obtenida; teniendo en cuenta el trabajo de los investigadores, son miles de informes, miles de posibilidades, y cada una tiene cinco planes diferentes.
   Pero claro, llevan un mes allí, y ha habido tiempo para encontrar más artículos. En especial, la pareja de "buscatesoros" han encontrado un palacio gótico enterrado en una montaña y han obtenido un libro del que no se sabe nada. Será enviado a la central junto con otros diez artículos. Además, el palacio albergaba una gran galería de cuadros, que en su mayoría se piensan vender -de algún modo habrá que financiar tanto "espía" (aunque tienen otros medios).
  También hay tiempo para el ocio. Elena ha podido ver de primera mano todo lo que estudió en la universidad y ha disfrutado más que un niño chico en Disneylandia; se sabe las calles de Roma y Florencia como su nombre. Ely, por su parte, se ha aprendido todas las tiendas de Milán y las playas a las que ha tenido acceso.
   La célula tiene alquilada cuatro viviendas, toda una planta de un piso, para poder resguardar a los dieciocho agentes y su equipaje. Los únicos que permanecen casi permanentemente allí son los investigadores teóricos, siempre a la espera de un mensaje de última hora, de alguna información nueva.
   Cuando nuestras chicas entran en el "piso franco" se les ve a los cuatro trabajando y a una pareja de campo lista para salir. Carlo está hablando por teléfono mientras Michel escucha la conversación con auriculares, anota y revisa hojas. Carlo tiene 67 años y está especializado en las mafias de Europa y más aún de Italia, y junto con Michel, 47, relaciones intermafiosas a nivel mundial, forman una pareja de investigación teórica especializada en mafias.
   Como ésta es la primera misión grande de Elena, ella intenta captarlo todo. Quiere aprender hasta el último detalle. En este instante observa a Carlo. Ve que está sudando, que su cara está en tensión y que su pie izquierdo tiembla a toda velocidad. Por contra, su voz es serena, segura y tranquila. Habla algo deprisa, pero sus palabras son concisas. A Elena también le habían enseñado a contener su voz, a usar el tono según lo exigiera la circunstancia. Pero nunca había tenido que hacerlo en un estado de gran agitación; por eso le sorprende el contraste que representaba Carlo.
   Cuelga y consulta algo con Michel y con la pareja de investigación. Intercambian unas palabras y en cuanto terminan, éstos salen disparados, con apenas un saludo precipitado.
   -¿Qué ocurre? -pregunta Ely.
  Carlo, evidentemente enfadado, dice que nada mientras se pone la chaqueta y sale con un portazo. El sonido del golpe retumba dos segundos en la estancia. Las muchachas interrogan con la mirada a Michel:
   -Está enfadado. Su contacto nos ha dado ya dos "soplos" falsos. Siente que le está tomando el pelo.
   -Entonces, si le miente, ¿por qué confía en él otra vez? -pregunta Elena.
   -Porque puede ser que no le esté mintiendo, sino que el contacto reciba información errónea.
   -En cualquier caso, no sirve. Tendréis que buscaros a otro -dice Ely.
   -No es tan fácil. No se puede perder la comunicación de repente. En este mundillo hay que saber meterse sin entrar, mantener siempre una posición firme y, sobre todo, salir sin dejar cabos sueltos o material siquiera para hacer uno.
   -¿Es que hay mucho material para hacer cabos? -vuelve a preguntar Elena, que está muy interesada en el modo en que trabajaban sus compañeros.
   -Nos hemos preocupado de que no haya ni un solo pelo. Pero eso de que pueda ser que se estén burlando de nosotros, indica que hemos perdido la posición firme.
   -¿Y eso qué significa?
   Elena ha recibido formación para todos los tipos de situaciones en los que podría encontrarse un espía de La Sala y, claro, también ha tenido algunas lecciones sobre cómo tratar con la mafia. Pero ahora las está tomando de forma práctica. No sólo de Michel: cada vez que puede interroga a todos los agentes y se embebe de la "sabiduría" que tiene alrededor.
   -Bueno,... Imagina que alguien tajante te hace preguntas y hasta te indica que hagas cosas... que te ordena intentado aparentar que no -a Elena le gustan las explicaciones de Michel, porque las da siempre con un ejemplo que puede entender-. Pensarías algo como "quién es este tío". ¿Entiendes lo que te quiero decir? Te preguntarías qué autoridad tiene esa persona para que pueda darte órdenes. Mientras lo averiguas, previniendo, lo tratas bien. Dependiendo de la fortaleza de la persona, puede que incluso ceda a obedecer. En cualquier caso, esa persona está en ventaja respecto a ti, porque él sabe quién eres y tú no sabes quién es él.
   -Entonces, ¿es que el contacto sabe quienes somos? -se asusta Elena.
   -Espera, sigamos. Tú averiguas quién es esa persona. No me refiero a datos; quiero decir que sabes la razón que le da autoridad a esa persona. Tú lo aceptas y lo tratas como tal.
   -¿Qué le da autoridad a Carlo?
   -Sesenta años de curiosa vida -dice dejando más intrigada a la chica-. Bueno, déjame que siga. Vale, de repente, tú dejas de obedecer a esa persona, de tratarla como a alguien que está por encima de ti. ¿Por qué?
   -Pues, porque... -Elena se queda pensando unos momentos, como si fuera una pregunta de clase-. Puede ser por muchas cosas.
   -Muy bien, ¿cuáles?
   -Pues porque la persona haya perdido la autoridad, porque yo la haya ganado y esté por encima, porque alguien de autoridad mayor me haya ordenado dejar de obedecer al otro,...
   -Exacto. Hay algunas más, pero están descartadas junto con la de que haya ganado autoridad el contacto.
   -Eso es lo que han ido a averiguar Kim y Abel, ¿verdad? -dice Ely, quien nunca ha estado interesada por el trabajo de los demás pero, ahora, gracias a los interrogatorios de Elena, estaba aprendiendo otros tipos de persuasión que no se aprenden de teoría y que podría necesitar algún día.
   -Verdad. Estos dos posibles son algo feos. Pero no hay por qué preocuparse, lo más probable es que todo quede en nada. Este tipo no pertenece a un grupo especialmente peligroso. Sea como sea, se solucionará.
Elena se queda más tranquila.
  Entonces Ely se acerca a Emma y Josué. Son la otra pareja de investigación teórica especializada en jackear. Emma en ordenadores estatales, y Josué en la de particulares. Son ellos los que más artículos aparte del objetivo principal han encontrado, pues mientras han estado recorriéndose los ordenadores de media Italia, necesariamente debían toparse con cosas.
   -¿Qué? ¿Cómo va el asunto? -pregunta Ely.
  -Bien, la verdad -contesta Emma-. Estamos casi seguros de que sigue un patrón determinado. Así que podemos afirmar que Cicerone ha puesto sus asuntos en mano de un profesional experimentado. Sólo nos queda saber cuál es este patrón para saber quién lo lleva a cabo. Michel y Josué creen que lo conocen, pero hasta ahora son incapaces identificarlo.
   -¡Entonces estamos cerca! Menos mal, tengo unas ganas de volver a La Sala...
   -¿Cómo os ha ido esta tarde?
   -Bien. Lo tenemos y nos ha salido gratis -dice Elena.
Josué y Emma se quedan mirándolas.
   -¿Lo habéis robado? -pregunta ella.
   -No. Lo que ha ocurrido es que Ely es muy buena regateando.
   -¿En serio?
   -De verdad. Hemos aprovechado que el dependiente no sabía mucho del tema y, mira por dónde, nos lo ha regalado.
   -Bueno. Pues mejor. Arrebatar maravillas de las manos ignorantes es una buena acción.
   -Y hablando de acción -interrumpe Ely-: ¿no hay algo por el sur? Tengo ganas de visitar el tacón.
   -Sí -dice Josué-. Hay una subasta de un supuesto manuscrito de Leonardo.
   -¿Subasta? ¿Cómo vamos a ir a una subasta? -dice Elena.
   -Ay, no te preocupes, si es como ir de compras a las rebajas -le tranquiliza Ely-. Además, te sabes la teoría, ¿no?
   -Claro. Aquel de la pareja que vaya a identificar la obra, debe ponerse en primera fila, para poder confirmar en la medida de lo posible si el libro es verdadero y es el que pujará. El segundo, con un micrófono, paseará por la sala, vigilándola, y observando a los otros pujantes, para poder decidir qué tipo de puja podría dar resultados más económicos y para que, en el caso de perder la oportunidad, se le pueda identificar rápido para los chicos de robos.
   -Exacto, muy bien. ¿Ves qué fácil?
   -¡Pero entonces tendría que ser yo la que pujase!
   -Lo harás bien, seguro -dice Josué.
   -Claro que sí, no ha más que hablar -dice tajante Ely-. Así que me voy a hacer nuestras maletas mientras éstos te explican más cosas.
Se aleja y antes de salir le pregunta a Michel dónde están los juegos de micrófonos y pinganillos.




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