viernes, 19 de agosto de 2011

Demasiado iguales (6)

   Desde aquel momento estuve más dispuesta a ver las cosas de forma positiva. Era difícil,
pero lo quería conseguir. Y es que si lo piensas bien, tener a alguien que es igual que tú, pero no
eres tú, sino que es otra persona, vale por dos veces tú. ¿Se me sigue? Quiero decir que, fuese cual
fuese la discusión, yo tenía dos votos a mi favor. Era genial salirse con la nuestra.
   Total, que dándonos cuenta de que lo compartíamos prácticamente todo: amigos,
asignaturas, aficiones, gustos,... pensamos que era una soberana tontería mantener una actitud fría y
distante. Así que de verdad intentamos acercarnos.
   La cosa empezó bastante bien. Resulta que Alejandro, con el tiempo, terminó aceptando la
oferta de Adrián y nos encontramos en las pistas. Nada más comenzar, Adrián tuvo un tirón y
Alejandro y yo nos vimos frente a frente. Fue una bolea espectacular. Corríamos de un lado a otro
de la pista y no se nos escapaba ni una sola. Nuestro espectador, a los cinco minutos estaba
alucinando con nuestra coreografía. A los diez ya se había cansado de que el marcador no avanzase
y se fue a las duchas.
   No sé quién fue el que, a los treinta minutos sin parar, ya rendido, dejó que se escapase la
pelota. Los dos nos tiramos al suelo, jadeando. Más tranquilos, nos echamos una mirada cómplice y
sonreímos contentos por el satisfactorio ejercicio.
   ¡Qué alegría sentía mientras me duchaba! Creía que lo habíamos conseguido, que nuestro
aborrecimiento mutuo había acabado para siempre...
   Pero en realidad... Bueno... así fue, pero... después me decepcioné.
   Resulta que fuimos a almorzar los tres juntos. Alejandro y yo estábamos tan contentos por
nuestro aparente éxito que queríamos festejarlo de alguna manera. La cosa fue más o menos así:

—¡Vaya! Parecía que lo habíais ensayado -comenta Adrián.
—Sí, ha sido fantástico -dice Alejandro.
—Sí, fantástico -digo yo.
Los dos estamos comiendo pez espada. Para beber: CocaCola con mucho hielo.
—Estaréis agotados.
Mucho -decimos ambos. 
—Mmm, qué bueno está esto. Y, ¿qué le habéis comprado a Nerera para esta noche?
''La sombra del vi...Nos quedamos mirando el uno al otro. Adrián también nos mira, pero divertido.
—Tenéis un problema.
“Sí, mi problema es él”.
¿Qué hacemos? Pfff -suspiramos y miramos a Adrián-: ¿Tienes papel y boli?

   Y así iba a ser siempre. Ya no podíamos hacer muchas de las cosas por nuestra cuenta
porque resulta que tenemos que consultar con nuestro doble y/o echarlo a suertes. Por cierto: perdí yo.
   También intentamos tener conversaciones propias. Pero acabaron siendo de lo más
aburridas. Al principio era agradable hablar por fin con alguien sobre una afición tan en desuso
como es el hacer puzzles, entre otros temas. Pero es muy poco... espontánea una conversación que está como... ensayada, preacordada: tú dices un comentario sobre esto y yo respondo con un comentario sobre otro aspecto de la misma cosa. Civilizados, sí; pero poco naturales. No nos aportamos nada.
   No, lo nuestro no es hablar...
   ...lo nuestro es más bien el baile, la coreografía. Dejamos de intentar caernos bien el uno al
otro y nos centramos en ser un equipo. Digamos que... nos rendimos a la idea de tener una sombra,
un doble, un siamés. No nos consideramos amigos, sino más bien una carga, algo de lo que no te
puedes librar, pero que al mismo tiempo es complementario, te ayuda y lo puedes aprovechar.
Somos el dúo mejor sincronizado que se puede imaginar. De algún modo hemos acordado estar
juntos para ser uno solo. No conversamos, no... Es una relación un tanto... En realidad no nos
relacionamos; tan sólo, eso, bailamos: nos movemos en sintonía. Simplemente estamos siempre
juntos e, innecesariamente, acordamos cosas con la mirada.
   Así nos ha ido bien. Pero...


1 comentario:

  1. Otra parte genial, me gusta eso de comunicarse con la mirada, pero ciertamente yo no soportaría a otra persona igual que yo...

    Un saludo y sigue así.

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