Sólo cinco días después, hubo algo nuevo. Esa vez fue un fallo en la coordinación. Aquel sábado estábamos invitados a una fiesta muy pija (sí, cosas que ocurren y no sabes bien cómo). Era una especie de cena/cócktel. Vamos, que había que ir medio de etiqueta. Le tocaba a Alejandro elegir el color de la ropa. Así que tres semanas antes, fuimos los dos a una tienda muy
Así que, después de veinte minutos de haber llegado, Alejandro tenía su ropa y ahora íbamos a por la mía.
Pero hay una cosa que a la gente le gusta mucho: los tópicos. Así que, tras hora y media, y treinta y seis vestidos, Alejandro y yo expiramos un tremendo suspiro, nos miramos y, sin ser necesarias ni preguntas ni respuestas, él se depidió y me dejó sola con mi pelea. Es lo mejor que pudo hacer, pues la dependienta me hizo probarme veintitrés vestidos más hasta dar con uno lo suficientemente elegante (osea, caro) y que al mismo tiempo no me hiciese sentir ridícula. Con lo que terminé con un vestido muy simple: palabra de honor negro con cintas azul oscuro. ¿Por qué demonios estas cosas serán tan carísimas, si se pueden encontrar diseños prácticamnte iguales por una minúscula parte del precio? Hasta tal punto iba mi paranoia, que no estaba totalmente conforme con mi elección por ser tan abundante en negro, como el traje de Alejandro. Pero como me gustaba mucho, me llamé tonta y listo.
Y así quedó la cosa. No había razón para volver a hablar de aquello. Tan sólo salió un par de veces la conversación porque alguien me preguntara qué me había comprado; pero daba la exquisita casualidad de que, cada vez que comentábamos algo sobre ello, no estábamos los dos juntos. Y mira que ya hemos llegado a un punto en el que es raro no vernos uno al lado del otro.
Total, que nada nos había preparado para la sorpresa...
No lo llamo idiota porque me da la sensación de que me estoy insultando a mí misma que si no...
Resulta que Alejandro tuvo un pensamiendo independiente. Bueno, él sostiene que fui yo. El caso es que él, al ver la camisa azul (recuerda que el añil es nuestro color favorito), cambió inmediatamente de idea con respecto a la otra, y decidió que se iba a poner la segunda. Claro, a él ni se le pasó por la cabeza que yo no hubiera pensado en lo mismo. En ese momento estuvo absolutamente seguro de que yo ya sabía, habría deducido, intuido,... que él se pondría la camisa azul.
¡Pero no! Yo no pensé ni por un momento que su/nuestra elección había cambiado. Yo, hasta que lo vi en la puerta de la recepción, ni siquiera imaginé que se pondría la camisa del mismo tono azul que mis cintas.
Nuestra amiga Nerea me da mucha pena. Ella quería (y quiere) estudiar Bellas Artes; pero le tocó un padre idiota que le convenció de que no tenía ningún talento y que mejor estudiaba empresariales y así le daría un buen puesto en su empresa. Pero ella lo adora, y siempre está dibujando como el que come pipas. Por eso siempre lleva un estuche encima con lápiz, goma y colores básicos. ¿Quién necesita cámara de fotos si se tiene una amiga que dibuja rápido y no excesivamente mal? Además, cuando una situación es divertida, la gracia queda mejor plasmada en una caricatura.
Este es un esquema de nuestras fachas esa noche:
Según ella, está lleno de simbolismo:
- los cuerpos miran cada uno a un lado, porque no nos llevamos bien.
- el brazo une las figuras, porque, a pesar de todo, dice, estamos unidos.
- Una figura se apoya en la otra, porque somos un equipo y nos ayudamos.
Lo demás, dice, es un reflejo de nuestra personalidad, como las caras serias o las poses relajadas. El patilarguismo no sé qué siginifica.
Es de imaginar las bromas que nos hicieron nuestro amigos por venir a conjunto (tal era nuestro cuidado que nunca nos habían visto así). Y si no se imaginan, lo siento, pues yo no quiero revivirlas.
Estuvimos casi toda la noche de morros. Primero por tirria. Luego, por la preocupación: ¿por qué nos estaba ocurriendo ésto? Aunque, bueno, ya no estoy tan segura de que él estuviese pensando en lo mismo.
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