viernes, 23 de diciembre de 2011

Proyecto Diciembre 2011: Versionando la Navidad

Después de no haberme enterado muy bien de lo que había que hacer y de varios intentos infructuosos, ésto es lo que ha salido:




-¡Mana! ¡Manita! ¿Dónde dormiremos este año? ¿En tu cama o en la mía?
-No, no. Nada de dormir juntas, que no tengo ganas -dice mientras ve cambiar la expresión de la chiquilla desde una alegría inocente hasta la agria pena.
-¿Por qué? -dice con apenas un susurro y ojos jugando a ser embalses.
-Porque no, que paso.
-¡Pero si todos los años dormimos esta noche juntas! ¡Es una tradición!
-Para eso están las tradiciones: para corregirlas y olvidarlas.
-¡Que sí! ¡Que hoy voy a dormir contigo!
-Pues tú verás, porque yo, contigo, no.
Tras un rato más de síes y noes, la pequeña, ya abatida, pasa al siguiente punto.
-¿A qué hora pongo el despertador?
-¡¿Qué?! Ni hablar. Ni se te ocurra llamarme antes del mediodía.
-Creo que lo voy a poner a las tres.
-A la hora que tú quieras, pero no se te ocurra despertarme.
-Sí te voy a despertar. Y vamos a llamar a la tita Conchi y la vamos a despertar a ella también. ¡Jajajaja! ¡Verás la bronca que nos va a echar! ¡Igual que el año pasado!
-Pues como me despierte por culpa de sus gritos, vas a ver.
-¡Pero si vive muy lejos!
-Pero seguro que la oímos desde aquí...yo sólo te lo advierto.
-¿Dónde crees tú que pondrán este año los regalos?
-Me da igual.
-¡Mana! Pero...-empieza con voz ahogada- pero, ¿qué te pasa, manita? ¿Estás enfermita? ¿Te duele la barriguita?
Lo que me pasa es que esto de la Navidad me da asco. Me da vergüenza que mañana te levantes y veas un montón de trozos de plástico pegados con el sudor de esclavos de zulos y el sacrificio de tus padres. Me da vergüenza saber que mientras que nosotras, mañana, estaremos rodeadas de opulencia y cosas inútiles, muchos otros niños estarán llorando de hambre, que les falta lo que a nosotras nos sobra. Y me pasa que mañana es el culmen de la época más consumista e hipócrita del año... y me da arcadas... Me pasa que ya no creo en la Navidad.
-No. Lo que pasa es que no le he enviado ninguna carta a los Reyes Magos.
-¡Ah! Pero no te preocupes, mana.
-¿No? ¿Por qué no?
-Por que en mi carta yo les pedí cosas para ti.
-¿Qué cosas?
-Aaaaam... es un secreto.


La hermana mayor siente un movimiento entre las sábanas que la despierta. Asustada, se da cuenta de que un cuerpo pequeño deja la cama y sale por la puerta de su habitación. Maldice por dentro y se da la vuelta para seguir durmiendo. Pero oye unos pasitos que corren de vuelta y:
-¡¡Ya han venido!! ¡¡Ya han venido!! ¡¡Ya han estado aquí!! ¡Ven a ver tus regalos! ¡Corre!
-Mmm, nnno. Ejame domi.
Pasitos que van, pasitos que vuelven.
-¡Aaaaaah! ¡Mira! ¡Me han traído lo que yo más quería! ¡Rápido! ¡Ven a ver los tuyos!
-Gue noooo.
La niña otra vez sale y tras unos minutos vuelve, derramando cosas sobre su hermana.
-¡Ah! ¡Pero me quieres dejar en paz!
-¡O abres los regalos ya, o te los abro yo!
-De eso ni hablar.
-Que te los abro, eh.
-Pe-Pero, ¿qué hora es?
-¡¡Aayyyy!! ¡¡Que los abras yaaaaaa!!
-Veeenga.
Y empieza a desenvolver cajas: telas, plásticos, metales preciosos,...
El último de los paquetes era delgado y estaba mal envuelto. Le quita el papel y descubre una encuadernación. “El mundo de los sueños”. Como portada un dibujo de una niña de la que sale un bocadillo de pensamiento donde se ve a la misma chica vestida de princesa y volando sobre una escoba.
La mira y le pregunta:
-¿Esto es lo que le has pedido a los Reyes Magos para mí?
-Sí. Tú siempre dices que los más grandes tesoros son los libros, así que, para que seas más rica, ahí tienes otro.
-Ajá. -Lo vuelve a mirar y dice-: Creo que éste será el mayor de los tesoros de mi colección.
Aun cuando la habitación sólo está en penumbra por la luz del pasillo, puede ver cómo a la chiquilla se le ilumina la cara.
-Cuenta la historia de una niña que algunos ratos vive en el mundo real y a veces vive en el mundo de los sueños.
-Ajá.
Y entonces comprende que su hermana pequeña ya lo sabe. Que sabe qué es cruda realidad (o al menos tanto como lo puede saber una niña tan pequeña) y qué es sueño. Y sabe que ella ha decidido no abandonar nunca el mundo de la fantasía. Y se le escapan algunas lágrimas... y otras más al leer la dedicatoria:
“A mi hermanita,
Para que nunca deje de soñar
y que cada vez que se convenza
de que nada tiene sentido, sepa
que hay un mundo en el que
puede refugiarse y ser feliz”


¡Feliz Navidad a todos!


viernes, 18 de noviembre de 2011

Romper sueños

¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño
y los sueños, sueños son.
"La vida es sueño"
Claderón de la Barca




       Los sueños son tan fáciles de romper como... un papel, por ejemplo.

     Primero, Juan coge el sueño de la mesa, se digna a echarle un vistazo para confirmar su sospecha y, agarrándolo por sus extremos, lo rasga por la mitad hasta dividirlo en dos. Muy rápido, sin detenerse, al menos, a saborear lo que se siente cuando rompes un sueño. Junta los dos trozos y los vuelve a partir. No puede repetirlo una vez más porque la anchura se lo impide. Si fuera por él, hasta lo quemaría. Pero se contentará con tirarlo a la basura tras dedicarle una mueca iracunda a su hijo, mirando sin ver la lágrima que a éste se le derrama.
    Sale de la habitación, cerrando con un golpe, y camina por el pasillo hasta llegar a la cocina, donde desecha aquellos sucios sueños. La ira, la decepción y la vergüenza volvieron a inundarlo por completo. Tenía ganas de gritar. De romper algo, cualquier cosa,... todo. Ya estaba desesperado.


     -¿Diga?
     -Buenas tardes. Pregunto por Jose Manuel Armario.
     -Soy su padre. De parte de quién.
     -De la organización del III Concurso anual de guiones de-
     Juan cuelga.
     Es físicamente imposible, claro, pero, de forma figurada, se podría decir que si el cuerpo de Juan irradiara más calor, derretiría el auricular de baquelita que aún tiene en la mano..
     Le quedaba la cordura justa para, en vez de atravesarla, abrir la puerta del dormitorio de su hijo. Él estaba dentro y abrió los ojos asustado por la furia en la cara de su padre.
     Los gritos durante aquellos treinta minutos fueron atronadores. Los sueños volaron por todas partes. Juan rebusca y encuentra un sueño en forma de cámara de valor equivalente a nueve meses de media jornada a sueldo mínimo más ningún tipo de capricho. Hacia el minuto veinticinco, el volumen de la riña se intensifica,... más bien, es una sola voz en grito y un llanto estridente e imposible de contener, cuando Juan encuentra dos sueños encuadernados, los mete en la papelera junto con los otros y le prende fuego al cubo.
     El espectáculo termina cuando el padre coge el conversor de ideas en sueños, una máquina de escribir (cinco meses de media jornada a sueldo mínimo), y la tira con todas sus fuerzas, haciéndola añicos, regando el patio de vecinos con miles de pequeñas piezas. Al hijo se le corta la respiración, y hasta el entendimiento, durante un instante y lo recobra con un grito desgarrado, ensordecedor. Es por ello que se rifa una hostia y, como suele ocurrir, le toca a quien menos lo merece. El punto y final lo da Juan con un portazo que hace caer trozos de techo.


     Puede que un sueño sea tan fácil de romper como un papel o tan frágil como una máquina delicada. Aunque, lo más cierto es que ese tipo de cosas, sobretodo al principio, apenas suponen una pequeña piedra en el camino de un espíritu soñador. Pero claro, que un espíritu sea soñador, no implica que sea fuerte...

     No se volvió a gritar en la habitación del hijo de Juan. En cambio, se lloró mucho. Tarde para apagar la quema de sueños encuadernados y por encuadernar, pero mucho. A un volumen alto, es cierto, pero no tanto como en el baño, donde Juan descubrió que su hijo había escrito su último sueño con tinta roja sobre azulejos floreados.


domingo, 16 de octubre de 2011

Pom pom ¡POM!

 Pom pom pom

...Mariana se agachó y recogió al pequeño cachorro. Era negro como el carbón . Parecía que sonreía y que con los ojos le daba las gracias, como sabiendo de antemano que su suerte había cambiado. Hacía frío. Mariana abrigó al cachorro entre su cuerpo y la tela de su sudadera. Ahora debía seguir caminan...

Pom pom

...dito cabrón! -bociferó Carlos.
Revisó las provisiones, pero era inútil: todo estaba podrido. El mismo aire parecía podrido, con un olor agrio y denso. Se oían los insectos tomando lo que le tendría que haber durado a Carlos cuatro días más. Pero ahora todo parecía una putrefacta masa de...

Pom pom ¡Aaah! Pom

...conmigo! -grita.
Ezequiel la mira perplejo. No puede creer que ella haya pronunciado esas palabras. Nota un doble movimiento en el estómago: el primero es ese hormigueo que se siente cuando vives algo que habías soñado con todo detalle; el segundo era producido por ella, por sus palabras, por esa estúpida actitud del cuerpo que piensa que tanta felicidad no puede ser ni buena ni cierta...

Pom pom pom

...imposible convencer de la injusticia, de la locura, del error que alguien o un grupo va a cometer, entonces es inútil seguir intentándolo. La experiencia me ha enseñado que lo mejor en esa circunstancia es hacerse un lado y, una vez que hayan pasado, seguir detrás para vigilar de cerca y para, en la medida de lo posible, controlar el hacer del sujeto o los sujetos en cuestión y, si se presenta la oportunidad, incluso voltearlo en nuestro favor. Al fin y al cabo no será difícil, pues al tomar la decisión que sea nos habrá demostrado que la inteligencia no es la principal virtud de...

Pom pom

...¡So, promise me now you won't ever do it !
-I will never do it, mum – I said her.
Of course, when she went out, I kept thinking about the plan. Nobody would stop me then.
The next day,...

Pom pom pom

...¡Os vais a tomar x culo! -dijo Chonicienta-. ¡Cogei el jabon y oh lo metei por er coño! Que yo me voy de botellon con er Prince, que hoy me e conprao un vestio to wapo y to corto pa que er Prince no tenga q busca mush...

Pom pom

...Biaalr. Yo sloo qiureo baalir y blaiar... Preo arohra es dameisdao tdare. Mis pneiars ncnua várevlon a msrevoe. Jaáms. Eratsé en etsa edainomedna sllia praa srpieme. Ncnua vlorevé a aadnr. Nncua. No vveolré a pseaar por el sdeenro de Cllzaaa. … Y no pdeuo bail...

Pom ¡¡POM!!


-¡Oh, Dios mío! ¡Señor! ¡Señor! ¡¿Se encuentra bien?! ¡Señor Otircse! ¡Señor R. Otircse! ¡¿Me oye?! ¡Oh, por el amor de Dios: que esté bien!
-Aaagh... Esto... estoy bien.
-¡¿Cómo va a estar bien?! ¡Si han sido por lo menos veinte escalones! ¡Denunciaremos a la constructora, a la empresa, a..!
-No, no, estoy bi-bien...
-¡¿En serio?! ¡¿Tiene roto algo?! ¿Le duele algo? No se mueva, llamare a una ambul... ¡¡NO SE MUEVA!!
-Que estoy bien, de verdad. Sólo algunas magulladuras y .. estoy mareado. Tengo la cabeza algo revuelta...





jueves, 1 de septiembre de 2011

La Sala: Italia36 (2/3)





   A Elena le pica el pelo apretujado en la nuca por el casco. La calor y el sudor lo empeoran. Está fuertemente agarrada a Ely, que conduce rápido pero segura. Va observando las vistas de la autopista. En su mente tiene un conflicto, pues el miedo a soltarse de Ely y morir, y el miedo por hacer una mala actuación en la subasta, lucha en su cabeza contra la paz y el sueño proporcionado por el cansancio del camino y el sosiego que le produce ver il paessaggio mecida por la moto.
   Encima, las explicaciones de Josué, lejos de tranquilizarla y hacerla sentir más segura, la han puesto muy nerviosa. Al parecer era una misión C negativa. Le dijo que eso, en el código de los subastadores, significaba que era muy codiciado, pero con muchas posibilidades de ser falso (de ahí lo de “negativo”). Así que lo que debía hacer era esperar siempre al último segundo para pujar algo más, pero no mucha cantidad, para tenerlo pero sin que parezca que se tiene mucho interés por él. Lo más importante es que su voz denote confianza y seguridad. Además, no debía preocuparse, pues si al recibir el objeto comprobaba definitivamente que era falso, sólo debía acusar de ello al subastador y le devolverían el dinero. Todo sería coser y cantar.
   Cuando partieron, estaba nerviosa, simplemente por ser la primera vez. Pero ahora está intranquila porque tiene muchas dudas. La más importante es: ¿por qué alguien subastaría un supuesto manuscrito de Leonardo falso? Eso debe de llamar bastante la atención y no es probable que quien fuese a adquirir la compra se fuera a contentar con confiar en que el documento sea verdadero. Debería haberle preguntado a Michel, que con sus ejemplos consigue generar dudas que pueden ser respondidas en el momento adecuado, que no era a kilómetros de Roma.
   Finalmente, su miedo por la ignorancia de detalles gana a la modorra del balanceo del viaje. Así que le mete un pellizco suave a Ely para llamarle la atención y le grita al oído que pare pronto para comer algo. Ely le grita de vuelta que están a punto de llegar a otra ciudad. Así que, pronto empieza a ver concesionarios, naves y parcelas y al poco ya están en plena urbe.
   Ely conduce por la ciudad y se mete en un barrio viejo y desmejorado, de calles estrechas y mal asfaltadas. Elena se extraña y se pregunta a dónde quiere llevarla su amiga. Más todavía cuando observa que ya han pasado tres veces por la misma calle.
   -¿Te has perdido? -le pregunta.
   -No especialmente. Es que no recuerdo dónde está un restaurante.
   Así que, cuando ve pasar a una mujer, Ely se para. Elena escucha cómo su amiga pregunta la dirección con un acento que le es completamente extraño. Puede entender lo que dice porque son palabras muy básicas, pero sabe que si fuese una conversación, quizás se perdería alguna parte.
   Ely da las gracias y se dirige hacia donde le ha indicado. Y al final de una calle, Elena ve una fusión de azules intensos: el cielo y el mar. Finalmente, Ely para la moto frente a un bar de viejos, aunque se veía bastante nuevo. Elena se baja y se va quitando el casco.
   -¿Por qué hemos parado en esta tasca?
   -Porque aquí hacen unas brochetas que te hacen tocar el cielo.
   -Pues no tiene pinta de tener muchos tenedores.
   -Uf, menos mal que no lo viste donde estaba antes. Casi daba asco entrar.
   Las muchachas se sientan en una mesa y Ely pide con ese acento que se ve que es propio del lugar. Elena lo hace notar:
   -No había escuchado antes un acento parecido, y eso que ya hemos estado aquí cerca.
   Ely la mira con cara extraña.
   -¿Pero qué dices? Yo nunca he estado en esta parte de Italia y dudo que tú tampoco.
   -¿Pero qué dices tú? Si hace dos semanas estuvimos ahí al lado, en Nápoles.
   -¡En Nápoles! -empieza a reírse a carcajadas, llamando un poco la atención-. ¿Dónde te crees que estamos?
   Elena se queda traspuesta. No entiende las risas de su amiga.
   -Bueno, no he prestado mucha atención a los carteles, pero sé que hemos pasado una gran ciudad que he supuesto que es Nápoles y no hemos estado mucho tiempo en la carretera, así que esto debe ser Salerno.
   Ely se ríe como quien ríe las gracias de un niño pequeño.
   -¡¿Se puede saber dónde estamos entonces?! -Ely se sigue riendo y dice que en Monopoli- Oye, ya basta, ¿no? Deja de reírte ya. Dime dónde estamos.
   -En Monopoli de verdad. Lo que acabamos de pasar es Bari.
   Elena le echa un vistazo en su cabeza al mapa de Italia. Sitúa en él a Roma y a Bari y murmura “Imposible”. Entonces saca de su mochilita un mapa de verdad y confirma el de su cabeza. Según eso, el mar que estaba viendo no era el Tirreno, sino el Adriático.
   -Me estás tomando el pelo.
   -De verdad que no. Si no, pregunta al camarero.
   -¡Pero es imposible! ¡Apenas llevamos tres horas de camino! ¡Y ni siquiera has ido siempre por la autopista!
   -Me parece que te has dormido parte del viaje.
   -Eso es imposible... ¿Tanto me he ensimismado?
   -A mí no me lo preguntes, yo sólo conducía.
   Elena mira su reloj. Efectivamente, sólo habían pasado algo más de tres horas.
    -Sigue siendo muy poco tiempo. No se puede tardar menos de cinco horas de Roma a Bari.
   -Yo sólo conducía.
   “Ay, para habernos matado” piensa Elena apoyando la cabeza en la mano. Mientras, tanto, ya le han traído las brochetas y, muerta de hambre, empieza a comer:
   -¡Madonna! ¡Esto está delicioso!
   -Mmmm, ¿vesh?-responde Ely con la boca llena.
   -Espera un momento, ¿no has dicho que nunca has estado en esta parte de Italia?
   -Ajá.
   -Entonces, ¿cómo demonios sabías de este sitio y de sus brochetas?
   Ely sonríe con los labios a la vez que mastica. Entonces traga y dice:
   -El sitio por fotos, y las brochetas porque me trajeron una congelada. Aunque, por supuesto, fresca está mil veces mejor.
   Una vez saciado el apetito, Ely se pone en modo “acción”.
   -Bien, infórmame.
   -Vale -Elena vuelve a desplegar el mapa y ésta vez también saca una pequeña netbook-. Tenemos que ir a Brindisi, que está aquí al lado -saca también el informe-. Supuestamente, es una subasta benéfica... ah, claro, a lo mejor por eso hay posibilidad de que sea falsa, porque sea tan solo un asunto de blanqueo de dinero... Bueno, hay que ir vestido medio de etiqueta. Nuestros nombres estarán en lista. El local está... -teclea la dirección en el callejero y le muestra a Ely la situación- ese hotel. Será esta noche a las once y media. Si hubieses conducido a una velocidad normal casi no llegamos. La subasta empieza a las doce. Un poco tarde, ¿no?
   -¿Quién va a ir?
   -Ricachones. Varios coleccionistas. ¡Oh, mira! ¡Irá Wrigth! Quizá sí sea verdadero.
   -Nah, no tiene el porqué.
   Elena se fija en su compañera y ve que tiene una enorme sonrisa en la cara. Esta muchacha va a volverla loca.
   -Elia, ¿se puede saber a que viene esa pedazo de sonrisa ahora?
   -¡Sí! -se ve que está muy emocionada-. Es que justo al lado de Brindisi... de hecho, pasaremos por allí antes de llegar, hay un reserva natural, Torre Guaceto, ¡y su playa es magnífica! ¡Qué bien! ¡Cuando terminemos allí podremos ir y bañarnos toda la noche!
   Elena se queda pasmada. “¿Cómo demonios puede saber ésta tanto sobre estos alrededores si nunca ha estado aquí?”. En realidad, ella lo sabe: sabe que Ely puede hablarle sobre casi cualquier comarca del mundo. A veces le es difícil entender cómo a una chica tan activa, a la que le gusta tanto viajar, puede ser una amante de la literatura. Le encantó la respuesta que Ely le dio cuando se lo preguntó: “Todo va unido: cuando leo una novela y me gusta el lugar que describe, corro a verlo por mí misma. Así puedo sentir más la novela. Y, al contrario: debo visitar muchos sitios para conocer de antemano los lugares donde se desarrollan las aventuras que leo. Adoro leer y adoro viajar. Dudo que se pueda ser más feliz de lo que lo soy yo con mi modo de vida. Además, una cosa no excluye la otra. Pensar así es una tontería”.

   Sin más dilación, se ponen en carretera. Ésta vez, Elena sí que se fija en los carteles y ve como pasan por al lado de la reserva natural. Cuando llegan, faltan dos horas. En un hostal, pagan por una noche una habitación que no van a usar; pero es que les hace falta algún lugar para arreglarse. El equipaje que había cogido Ely consiste para cada una en: una muda sport, un chándal, un vestido elegante, un bikini y una peluca. Además de maquillaje, postizos, varios pares de zapatos y un kit básico de defensa entre los que destaca spray pimienta del ejército y una pequeña pistola. Aunque pueda parecer físicamente imposible, todo eso iba en el maletero de la moto y la ropa no necesita planchado.
   Cuando ambas están listas, dejan disimuladamente la llave sobre la mesa de registro y se dirigen al hotel. Aparcaron en la esquina más próxima, en un callejón estrecho y menos llamativo que la gran avenida donde se situaba la entrada a la recepción.
   En realidad, lo que ocurrió de por medio no tiene mucho interés. Mejor vámonos a cuando Elena siente un alivio inigualable porque al instante se ha dado cuenta de que el volumen es más falso que un político haciendo bien su trabajo. Así que se levanta y va a reunirse con Ely. Ésta tiene una cara de póker interesante.
   -¿Qué pasa?
   -Sonríe.
   Elena obedece y también pone cara de circunstancias. Es evidente que algo no va bien.
   -Ven, vamos a coger unas copas y a parecer que estamos muy interesadas en todo, pero, sobretodo, muy relajadas.
   Ely habla como si estuviese contando algo levemente gracioso que hizo ayer.
   -Bien. Y, ¿por qué no podemos irnos? -contesta ella como diciendo “Paz y amooor”.
   Lo que intentan es parecer dos amigas pavas para despejar en la medida de lo posible la idea de que son peligrosas, si bien, non-gratas.
   -Ven, vamos a sentarnos aquí.
   Se sitúan un poco apartadas, donde no pueden oírlas, a medio camino entre la puerta y la subasta.
   -Me ha llamado Carlo -sigue diciendo, explicando lo que se compró esta mañana-. Dice que no debemos estar aquí. Que sobramos. Estamos rodeados por mafia. Aprovecha y aprende a qué huele la mafia, porque aquí tienes la fragancia concentrada -ambas se ríen serenamente del chiste-. Como tú pensabas, es un simple trámite de blanqueo de dinero, solo que de mafiosos; pero además, es el contacto del asunto de Cicerone, se están efectuando las ventas de los lotes gordos. Esta gente se medio conocen y han sido llamados personalmente. Nosotros, al no existir, no podemos ser invitadas. Sería una locura hacer la venta a un público mínimamente abierto, así que, como comprenderás, todo está atado. Y nosotras, que estamos fuera del cordel, llamamos un poco la atención.
   -Entonces, ¿qué vamos a hacer? -asintiendo como “sí hija, a mí me pasa lo mismo”-.
   -Vamos a tomarnos este martini tan rico, aunque no te des cuenta, porque no lo estás saboreando. Después nos levantaremos sin interrumpir nuestra conversación, nos iremos y te contaré el resto del plan.
   -¿El resto del plan? Creía que el plan acababa con nosotras sanas y salvas fuera de aquí.
   Ely se ríe con una pequeña carcajada que aprovecha para dar un giro con los ojos y mirar al rededor.
   -Ele, querida, dime tres cosas: que sabes conducir motos grandes, que no tienes miedo a la velocidad y que tus articulaciones pueden doblar el acero.



miércoles, 31 de agosto de 2011

La Sala: Italia36 (1/3)


    Elena está contando el dinero que se estimó valdría el ejemplar. Las órdenes fueron claras: conseguirlo al precio que fuera. Pero, claro, no hay que tirar la casa por la ventana; si se pudiese regatear, se regatearía.
   Ely llega media hora tarde. Elena se exaspera. Está cansada de los retrasos de su compañera. Hizo bien en citarla tres cuartos de hora antes. Se acerca al puesto de helados y pide una granizada de limón para combatir el calor. Se vuelve a sentar en un banco a la sombra de un naranjo y le da volumen a su prehistórico mp3. Quince minutos después aparece Ely corriendo, roja como un tomate, aunque no de vergüenza.
   -Elia, llegas cuarenta y cinco minutos tarde -dice Elena.
   -Lo siento, Ele, es que tenía que dejar las compras en el piso -parece muy arrepentida-. ¿Crees que lo habrán vendido ya? ¿O te has adelantado?
   -Mira detrás tuya -da por toda respuesta.
   Ely obedece y observa cómo, al otro lado de la plazoleta abren las rejas de una tienda. Entonces se gira enfadada.
   -Dijiste que abrían a las 5:30pm.
   -Ya. He mentido a posta.
   -¿Qué te tengo dicho? Si vienes a primera hora no hay oportunidad de regateo, tienes que preguntar, ofrecer, rechazar, irte y volver más tarde. ¡Casi me ahogo del carrerón que he metido!
   -No creo que haya muchas oportunidades. Éste caso es de rango C, y no podemos perder la oportunidad.
   -¿C? ¿Y cuál es el riesgo? ¿Hay anuncios en Internet? -pregunta Ely un poco más seria.
   -Sí. Por lo que hemos podido ver, uno en la personal de esta tienda y tres de coleccionismo.
   -¿Cuántos años tiene?
   -Primera edición con dedicatoria.
   -¡¿Se puede saber qué hacemos aquí?! -grita, y se marcha.
   Elena se sobresalta. Todavía no se acostumbra a los cambios de humor de su nueva mejor amiga.
  Ambas se dirigen apresuradamente hasta la librería. Es muy nueva. Los estantes están prácticamente desnudos. Elena observa el objetivo mientras Ely idea la estrategia de la compra. Observa al chico de la caja. Demasiado joven para su gusto. Unos veinticinco años. Pero no es de letras, más bien de cemento y hormigón. Malo. Tendrá que recurrir a la pose sexy, que obtiene muy pocos resultados, pero en este caso es la mejor opción.
   Elena comprueba que es auténtico, unos ciento cincuenta años en buen estado. Primero debe determinar si es el que están buscando: firmado por el autor para el duque de Orleans. Lo examina, compara la letra con la foto de su bolsillo. Acaricia con las yemas de los dedos el lomo y algunas páginas: rígido. Por último lo huele... óxido, polvo, tinta de colonias inglesas, tabaco y opio. A simple vista, olfato y tacto no hay nada que indique que es falso.
  Precio: noventa euros. Casi la mitad de lo que tenían pensado.
   Elena hace un gesto afirmativo a Ely y ésta empieza:
   -Hola -saluda apoyada en el mostrador con una enorme sonrisa con un toque de pircardía-. ¿Qué tal estás?
   El chaval resulta ser un bobalicón y se queda mudo.
   Entonces Elena suelta el libro suavemente sobre la mesa para no bajar al sujeto de la nube.
   -Creo que éste es perfecto para llevárselo a mi abuelo -continúa la cazadora sin apartar los ojos de su presa. Lo abre como quien no quiere la cosa y pone cara de pena al ver letras en la primera página -. ¡Oh! ¡Pero si está garabateado! ¿Cómo le voy a regalar ésto a mi abuelo?
   El pobre ingenuo mira cómo se borra la sonrisa de Ely y quiere volver a recuperarla:
   -Vaya, tranquila, arrancaré la página -sugiere agarrando ya el papel.
   -¡No! -gritan las dos a la vez.
   El muchacho se queda entre asustado y extrañado.
   -Con lo viejo que es -responde Ely-... a ver si te lo vas a cargar entero.
   La presa, sin ningún tipo de sospecha, piensa en la solución.
   -Mira, vamos a hacer una cosa -sólo se dirige a Ely- como está manchado, nadie se lo va a querer llevar, así que te lo regalo.
   Claro, ahora, las que se quedan sorprendidas, son ellas.
   Entonces oyen los pasos cansados de un hombre con bastón o muleta junto con la voz de la experiencia.
   -¿Ha venido alguien? ¿Qué ocurre?
   -Muchas gracias -se despide Ely con una sonrisa arrebatadora y entusiasmada mientras saca a empujones a Elena de la tienda-. Corre, vámonos. ¡Deprisa!
   Fuera, Ely camina deprisa y al girar la esquina, aún más. Elena, como todavía es un poco novata, pregunta por qué corren.
   -El viejo, el dueño,... Sigue andando, vamos, rápido... Cuando se dé cuenta de qué ha hecho su nieto o quien sea, va a venir corriendo detrás de nosotras -dos manzanas más tarde, giran otra esquina y se sientan en un portal-. Si tiene buenos pulmones, podremos oír los gritos desde aquí. En realidad me siento como si hubiese robado. Pero no tenemos la culpa de la ignorancia del chaval. ¡Verás cuando se lo contemos a Eddy en La Sala!


   La Sala era al lugar más asombroso que Elena había visto en su vida. Sin tener nada que ver, lo relacionó con los edificios musulmanes: fachada austera con interiores bellísimos. Pero ya digo que no tiene nada que ver. El edificio en sí era renacentista, una más de las copias de la Villa Rotonda (pero a lo grande): mármoles, columnas, frontones y arcos de medio punto. Había sido sumamente luminoso y tan blanco que, a pesar de elementos algo macizos, había un aire vaporoso, de ligereza. Y además no se llamaba La Sala, sino Blanca Arcadia, pero acabó por parecer un nombre cursi y terminó siendo sustituido.
   Pero esto no es nada realmente extraño y exclusivo. Lo que lo hacía especial era estar totalmente rodeado de una estructura de hormigón, chapa y cristal. De ese modo parecía una nave de oficinas y almacén, quitando al mundo un lugar más de esplendor y culto.
   ¿Por qué? Eso es una larga historia que ya se irá descubriendo.
   ¿Qué era La Sala? Una mezcla de comuna de coleccionista con otras muchas cosas, como una biblioteca privada o un centro de investigación de la historia de la literatura universal. Algo así como un club selecto, una organización que pronto cumpliría su bicentenario, que se dedicaba a reunir en un solo lugar las mayores joyas en papel. Todos los miembros tenían acceso a cualquier obra, si bien algunos requerían más seguridad que otros.
   En realidad funcionaban como una sociedad secreta de espías. El secretismo era imprescindible por varias razones: había otros coleccionistas que no dudarían en arrebatar el esfuerzo de tantos años, grupos radicales en contra de "algo" en especial que quieran destruir,... y, sobretodo, muchos de los artículos podrían ser considerados patrimonio público, con lo que acabarían bajo la llave de alguna vitrina de alguna sala de algún famoso museo. En cualquier caso, levantar el secreto, significaría el fin de la sociedad y no se quería ni pensar en las posibles consecuencias.
   Por ello, los miembros pasaban un exhaustivo examen y un largo período de formación.
Elena fue sugerida a la sociedad por su amigo Eddy. Durante casi un año la estuvieron investigando y comprobaron su afán por los libros, la forma tan meticulosa que tenía de tratarlos y su pequeña obsesión de investigar cada obra hasta quedarse satisfecha. De modo que, una vez comprobado que podría ser óptima, se le ofreció formar parte de la organización cuando recién cumplía los 18 años. Primero haría un curso intensivo de literatura universal en dos meses, y debía hacer un examen de 300 preguntas cuyas respuestas serían una frase. Debía tener correctas, al menos, 290. Una vez dentro se le asignaría una función en la que ella estaría de acuerdo. De modo que se formó para la verificación de autenticidad. Pero aparte, debería estudiar una carrera propia (ella escogió Hª del Arte) y varios idiomas: los grandes europeos, griego clásico, latín y ebreo. Y por último, pero no menos importante, debía tener una forma física tal que superase unas pruebas muy exigentes.
   Después era asignada a un grupo. Cada grupo se dedica a un tipo de misión: investigación, recaudación, conservación, estudio,... Cada grupo tiene su subgrupo, varios miembros de distintos subgrupos pueden formar una sección dentro de una célula,.... La unidad indivisible es la pareja, que debe reunir entre los dos miembros el mayor número de características posibles, acordes con sus misiones.
   Éstas se clasifican en cuatro grados: A, para una misión que puede ser realizada por cualquier subgrupo; B y C tienen un significado diferente para cada subgrupo (siendo C de mayor importancia que B); la D es de Delicado, significa, para cualquier pareja, que es una misión difícil que requiere cautela, que se trata de una misión única.


   Elena está asignada al grupo de recaudación, subgrupo de compra; y actualmente se encuentra en la célula de Italia. Esta célula está formada por dos parejas de investigación teórica, dos de investigación de campo y cinco de ejecutores, de las cuales, cuatro son recolectoras y la otra defensora. Lo habitual no es que haya una célula tan grande en un lugar, y menos, permanente. En cada apartado del mapa había al menos una pareja de investigadores teóricos y otra de ejecutores, variando el número y la cercanía según el lugar.
   La razón de que se hallen tantos ahí, es que andan tras la pista de un ejemplar único: un manuscrito de Aristóteles. Según las investigaciones, habría pertenecido a un coleccionista de objetos únicos. Este rico (ciertamente, habría de haberlo sido mucho) ha caído en desgracia y está vendiendo su colección.
   Como se puede suponer, la venta de algo así es peligroso, porque no sólo es profundamente codiciado, sino que nadie debe saber que existe (al igual que muchos otros artículos de este señor). Los mensajes que este vendedor "manda" son vagos y, en ocasiones, incoherentes. El mercado de obras de arte es distinto y muy superior al negro vulgar: cada objeto debe ser rápidamente vendido, su rastro se pierde inmediatamente, a veces antes de saberse de su existencia. Éste es un caso excepcional, y tiene a la célula Italia36 (por ser ésta la trigésimo sexta vez que se forma un grupo tan grande en este país) en tensión constante: los investigadores teóricos están continuamente recaudando información sobre TODO, los de campo, lo propio, y los ejecutores, cada pareja, haciendo sus cábalas según su experiencia. Cada par ha hecho sus planes para cada posibilidad a partir de la información obtenida; teniendo en cuenta el trabajo de los investigadores, son miles de informes, miles de posibilidades, y cada una tiene cinco planes diferentes.
   Pero claro, llevan un mes allí, y ha habido tiempo para encontrar más artículos. En especial, la pareja de "buscatesoros" han encontrado un palacio gótico enterrado en una montaña y han obtenido un libro del que no se sabe nada. Será enviado a la central junto con otros diez artículos. Además, el palacio albergaba una gran galería de cuadros, que en su mayoría se piensan vender -de algún modo habrá que financiar tanto "espía" (aunque tienen otros medios).
  También hay tiempo para el ocio. Elena ha podido ver de primera mano todo lo que estudió en la universidad y ha disfrutado más que un niño chico en Disneylandia; se sabe las calles de Roma y Florencia como su nombre. Ely, por su parte, se ha aprendido todas las tiendas de Milán y las playas a las que ha tenido acceso.
   La célula tiene alquilada cuatro viviendas, toda una planta de un piso, para poder resguardar a los dieciocho agentes y su equipaje. Los únicos que permanecen casi permanentemente allí son los investigadores teóricos, siempre a la espera de un mensaje de última hora, de alguna información nueva.
   Cuando nuestras chicas entran en el "piso franco" se les ve a los cuatro trabajando y a una pareja de campo lista para salir. Carlo está hablando por teléfono mientras Michel escucha la conversación con auriculares, anota y revisa hojas. Carlo tiene 67 años y está especializado en las mafias de Europa y más aún de Italia, y junto con Michel, 47, relaciones intermafiosas a nivel mundial, forman una pareja de investigación teórica especializada en mafias.
   Como ésta es la primera misión grande de Elena, ella intenta captarlo todo. Quiere aprender hasta el último detalle. En este instante observa a Carlo. Ve que está sudando, que su cara está en tensión y que su pie izquierdo tiembla a toda velocidad. Por contra, su voz es serena, segura y tranquila. Habla algo deprisa, pero sus palabras son concisas. A Elena también le habían enseñado a contener su voz, a usar el tono según lo exigiera la circunstancia. Pero nunca había tenido que hacerlo en un estado de gran agitación; por eso le sorprende el contraste que representaba Carlo.
   Cuelga y consulta algo con Michel y con la pareja de investigación. Intercambian unas palabras y en cuanto terminan, éstos salen disparados, con apenas un saludo precipitado.
   -¿Qué ocurre? -pregunta Ely.
  Carlo, evidentemente enfadado, dice que nada mientras se pone la chaqueta y sale con un portazo. El sonido del golpe retumba dos segundos en la estancia. Las muchachas interrogan con la mirada a Michel:
   -Está enfadado. Su contacto nos ha dado ya dos "soplos" falsos. Siente que le está tomando el pelo.
   -Entonces, si le miente, ¿por qué confía en él otra vez? -pregunta Elena.
   -Porque puede ser que no le esté mintiendo, sino que el contacto reciba información errónea.
   -En cualquier caso, no sirve. Tendréis que buscaros a otro -dice Ely.
   -No es tan fácil. No se puede perder la comunicación de repente. En este mundillo hay que saber meterse sin entrar, mantener siempre una posición firme y, sobre todo, salir sin dejar cabos sueltos o material siquiera para hacer uno.
   -¿Es que hay mucho material para hacer cabos? -vuelve a preguntar Elena, que está muy interesada en el modo en que trabajaban sus compañeros.
   -Nos hemos preocupado de que no haya ni un solo pelo. Pero eso de que pueda ser que se estén burlando de nosotros, indica que hemos perdido la posición firme.
   -¿Y eso qué significa?
   Elena ha recibido formación para todos los tipos de situaciones en los que podría encontrarse un espía de La Sala y, claro, también ha tenido algunas lecciones sobre cómo tratar con la mafia. Pero ahora las está tomando de forma práctica. No sólo de Michel: cada vez que puede interroga a todos los agentes y se embebe de la "sabiduría" que tiene alrededor.
   -Bueno,... Imagina que alguien tajante te hace preguntas y hasta te indica que hagas cosas... que te ordena intentado aparentar que no -a Elena le gustan las explicaciones de Michel, porque las da siempre con un ejemplo que puede entender-. Pensarías algo como "quién es este tío". ¿Entiendes lo que te quiero decir? Te preguntarías qué autoridad tiene esa persona para que pueda darte órdenes. Mientras lo averiguas, previniendo, lo tratas bien. Dependiendo de la fortaleza de la persona, puede que incluso ceda a obedecer. En cualquier caso, esa persona está en ventaja respecto a ti, porque él sabe quién eres y tú no sabes quién es él.
   -Entonces, ¿es que el contacto sabe quienes somos? -se asusta Elena.
   -Espera, sigamos. Tú averiguas quién es esa persona. No me refiero a datos; quiero decir que sabes la razón que le da autoridad a esa persona. Tú lo aceptas y lo tratas como tal.
   -¿Qué le da autoridad a Carlo?
   -Sesenta años de curiosa vida -dice dejando más intrigada a la chica-. Bueno, déjame que siga. Vale, de repente, tú dejas de obedecer a esa persona, de tratarla como a alguien que está por encima de ti. ¿Por qué?
   -Pues, porque... -Elena se queda pensando unos momentos, como si fuera una pregunta de clase-. Puede ser por muchas cosas.
   -Muy bien, ¿cuáles?
   -Pues porque la persona haya perdido la autoridad, porque yo la haya ganado y esté por encima, porque alguien de autoridad mayor me haya ordenado dejar de obedecer al otro,...
   -Exacto. Hay algunas más, pero están descartadas junto con la de que haya ganado autoridad el contacto.
   -Eso es lo que han ido a averiguar Kim y Abel, ¿verdad? -dice Ely, quien nunca ha estado interesada por el trabajo de los demás pero, ahora, gracias a los interrogatorios de Elena, estaba aprendiendo otros tipos de persuasión que no se aprenden de teoría y que podría necesitar algún día.
   -Verdad. Estos dos posibles son algo feos. Pero no hay por qué preocuparse, lo más probable es que todo quede en nada. Este tipo no pertenece a un grupo especialmente peligroso. Sea como sea, se solucionará.
Elena se queda más tranquila.
  Entonces Ely se acerca a Emma y Josué. Son la otra pareja de investigación teórica especializada en jackear. Emma en ordenadores estatales, y Josué en la de particulares. Son ellos los que más artículos aparte del objetivo principal han encontrado, pues mientras han estado recorriéndose los ordenadores de media Italia, necesariamente debían toparse con cosas.
   -¿Qué? ¿Cómo va el asunto? -pregunta Ely.
  -Bien, la verdad -contesta Emma-. Estamos casi seguros de que sigue un patrón determinado. Así que podemos afirmar que Cicerone ha puesto sus asuntos en mano de un profesional experimentado. Sólo nos queda saber cuál es este patrón para saber quién lo lleva a cabo. Michel y Josué creen que lo conocen, pero hasta ahora son incapaces identificarlo.
   -¡Entonces estamos cerca! Menos mal, tengo unas ganas de volver a La Sala...
   -¿Cómo os ha ido esta tarde?
   -Bien. Lo tenemos y nos ha salido gratis -dice Elena.
Josué y Emma se quedan mirándolas.
   -¿Lo habéis robado? -pregunta ella.
   -No. Lo que ha ocurrido es que Ely es muy buena regateando.
   -¿En serio?
   -De verdad. Hemos aprovechado que el dependiente no sabía mucho del tema y, mira por dónde, nos lo ha regalado.
   -Bueno. Pues mejor. Arrebatar maravillas de las manos ignorantes es una buena acción.
   -Y hablando de acción -interrumpe Ely-: ¿no hay algo por el sur? Tengo ganas de visitar el tacón.
   -Sí -dice Josué-. Hay una subasta de un supuesto manuscrito de Leonardo.
   -¿Subasta? ¿Cómo vamos a ir a una subasta? -dice Elena.
   -Ay, no te preocupes, si es como ir de compras a las rebajas -le tranquiliza Ely-. Además, te sabes la teoría, ¿no?
   -Claro. Aquel de la pareja que vaya a identificar la obra, debe ponerse en primera fila, para poder confirmar en la medida de lo posible si el libro es verdadero y es el que pujará. El segundo, con un micrófono, paseará por la sala, vigilándola, y observando a los otros pujantes, para poder decidir qué tipo de puja podría dar resultados más económicos y para que, en el caso de perder la oportunidad, se le pueda identificar rápido para los chicos de robos.
   -Exacto, muy bien. ¿Ves qué fácil?
   -¡Pero entonces tendría que ser yo la que pujase!
   -Lo harás bien, seguro -dice Josué.
   -Claro que sí, no ha más que hablar -dice tajante Ely-. Así que me voy a hacer nuestras maletas mientras éstos te explican más cosas.
Se aleja y antes de salir le pregunta a Michel dónde están los juegos de micrófonos y pinganillos.




domingo, 28 de agosto de 2011

28/8/2011 Querida Mary:

   Hoy, después de tanto tiempo, te escribo de nuevo para volver a llorarte. Hoy me quejo de la vida. No de la vida en general, sino de una de esas partes que vienen junto con el hacerte mayor.
   Quizás tú no lo entiendas, pues la mayor de las decisiones de una muchacha de tu época consistía en decir sí o no a una pedida de mano. Seguro tus opciones eran llevar éste o aquel color, tocar una u otra partitura o quizás qué libro leer.
   Pero las cosas han cambiado. El camino ahora está lleno de decisiones importantes que pueden marcar uno u otro sendero. Y es tan difícil. Hay tantas variables, tantos pros y tantos contras... Menos bolas de cristal para ver el futuro,... ¡Qué fácil sería preguntarle a un oráculo qué opción es la mejor! Desgraciadamente, ésta bifurcación está en la tierra, no en las nubes, donde todo puedo moldearlo a mi antojo.
    Mary, qué difícil es. Qué difícil es escoger entre el deseo y la utilidad. Entre la locura y la sensatez. Éste es mi problema: mi deseo es una locura, y lo sensato me parece un camino horrible.
   Seré más concisa:
   -A la diestra tengo un camino natural, despejado, fácil. Es el indicado, para el que tengo las puertas abiertas y sólo está esperando a que llegue la fecha para que yo empiece a caminar por él.
   -A la siniestra, si miramos bien, si quitamos hierbajos y nos atrevemos a pasar entre medio de dos zarzales, hay otro sendero oscuro, tenebroso, lleno de dificultades, angosto, agobiante,... Aparentemente imposible de atravesar. Mucho más largo y penoso.
   Supongo que está claro, debo coger el camino de la derecha. Pero no lo quiero. Ese camino es tedioso; no feo pero tampoco bonito. Además, cuando se termina empieza otro gris y monótono, con muy pocas alternativas a salir de él. Es muy poco atractivo.
   Todo lo contrario del de la derecha, que a pesar de ser un verdadero reto, puede ser fascinante. Y al terminarlo, hay varios para seguir y todos ellos igual de retantes y fascinantes que el comienzo. Pero sigue siendo una locura adentrarme en algo tan siniestro y ... a la deriva.
   Ya sé lo que me vas a decir, Mary, porque tú eres muy sensata. Sé que me dirás que coja el camino de la derecha. Para ti no habría ninguna duda. Pero yo si las tengo. Estoy aquí, en medio de los dos senderos, intentando saber si debo empezar a buscar un machete para adentrarme en lo incierto o, armarme de positivismo para seguir mi camino natural.
   No sé qué hacer, amiga. Apenas me quedan unos días para tomar el primer camino. Además me arriesgo a perder los dos, pues podría perder el de la derecha y no encontrar un machete para adentrarme en el de la izquierda.
   Dime algo. O mejor no digas nada. Creo que sólo pretendo decirlo en voz alta para convencerme cada vez más de mi locura y así volver a la cordura y encaminarme en la sensatez.

   Volveré a escribirte cuando sepa qué ha sido de mí. Hasta entonces.


viernes, 26 de agosto de 2011

Demasiado iguales (10, fin)



     Se acabó. Es curioso y muy frustrante que la gente tienda a valorar las cosas cuando ya no las tienen. ¿Cómo puede algo que siempre te procuró fastidio resultarte de repente tan preciado? Pero lo cierto es que siempre existió ese cariño, y sólo la separación nos quita la ceguera. Qué desalmado es el universo. 

     Esta mañana me llamó Alejandro. Me dijo por teléfono que quería hablar conmigo, que tenía que contarme algo. Yo accedí inmediatamente, porque tenía una sensación muy mala después de nuestra pelea de ayer. Sí, la pelea fue por una soberana tontería. Pero ese no es el problema; el problema es que somos nosotros. Alejandro y Alejandra, siempre juntos, siempre de acuerdo, siempre parejos y simultáneos. Las disputas no entran dentro de la definición. Por eso quería saber qué es lo que estaba pasando, y estaba claro que era algo suyo.
     Entré en su coche y lo primero que noté es que no llevábamos la ropa del mismo color a pesar de que no habíamos quedado en nada. Durante todo el trayecto permanecimos en silencio. Nos llevó al parque de la Corchuela. Allí, en una parte de la otra orilla del riachuelo, hay un claro semioculto, y desde allí, avanzando un poco más, hay otro más pequeño y privado que siempre huele a tomillo. Es uno de nuestros sitios favoritos. Cuando entramos en él, vi que había montado una especie de picnic. Inmediatamente me invadió una mal royo, pues  en la mesa había un impresionante y precioso ramo de rosas amarillas y negras.
     Me giré para ponerme frente a él y verle bien la cara. Me sentía completamente desubicada, pues estaba viendo al mismo tiempo a mi siamés y a un desconocido. Él tenía una expresión nerviosa y a la vez serena. ¿Cómo era posible? ¿De repente era dos personas al mismo tiempo? Pero me di cuenta de que no, de que simplemente era Alejandro, el mismo pero un poco más evolucionado. Así que me senté y esperé a que él lo hiciera y me dijera lo que quería contarme.
     Empezó pidiéndome perdón por no haberme dicho antes que él sabía que el que había cambiado era él. Desde hacía casi dos meses había estado guardando un secreto. No sabía muy bien por qué decidió no contármelo entonces...

     -... pero nuestra discusión de ayer hizo que me diera cuenta de que era una tontería no decirte algo que más tarde o más temprano ibas a saber. Y más tonto era arriesgarme a que acabáramos mal.
     Me mira. Sabe cómo decírmelo porque ya lo tiene planeado, pero no quiere.
     -Dímelo ya y punto.
     -Es que... decirlo en voz alta hace que parezca más real. Pero bueno, real ya es, así que... -toma dos respiros más- Me voy. A Londres. Mis padres han conseguido cada uno el empleo de sus vidas. Ya están allí. Mi casa ya está vendida y yo tengo hasta que hagamos los exámenes para reunirme con ellos.
    ...
    
    Un bloque de hormigón se alojó en mi pecho y ahí sigue. Sólo sentía eso. Por lo demás, mi mente estaba en blanco. Más bien gris. Metí la cabeza entre las rodillas y permanecí así incluso cuando él se acercó para abrazarme. Así nos quedamos mucho tiempo. Hasta que nuestros estómagos protestaron y nos pusimos a comer.
     -¿En qué piensas?-pregunta él.
     Jamás habría pensado que él me haría esa pregunta.
     -Pienso en que tienes mucha suerte. Has cumplido nuestro sueño. Pero vas a tener que trabajar mucho para ponerte al nivel de esa gente.
     -Ya.
     -Y, ¿no piensas volver?
     -Alguna vez, supongo. Pero no mucho. Suena mal decir que sólo te dejo a ti y a nuestros amigos, pero es que esa razón no tiene mucho valor utilitario como para volver más a menudo. Si al menos mis padres no hubieran vendido la casa, volvería aquí en verano, al menos.
     -Pero puedes quedarte en la mía.
     -¿En serio?
     -Claro.
     Los dos nos echamos a reír: no hace mucho, la sola idea de tener que compartir también la misma casa nos hubiera horrorizado.
     -Yo también tengo una habitación para ti en Londres. Así que yo pasaré un mes aquí y tú un mes allí.
     -Me parece estupendo.

     Nos hemos pasado el día hablando como nunca lo hemos hecho. Sobre todo. Me contó que había montado aquello así porque en el lenguaje de las flores, la del tomillo significa "nunca te olvidaré", las rosas amarillas significan amistad y son alegres y positivas para contrarrestar las negras, separación y tristeza. Su madre es decoradora de interior.
     Así que he pasado un día agridulce con mi mejor amigo. 

     Quién nos lo iba a decir. Se ha acabado. Ya no somos los iguales Alejandro y Alejandra. Me siento tan idiota por no haberme dado cuenta antes del aprecio que sentía por él y por lo nuestro. Era una relación tan insólita y tan... no sé. Me he pasado dos años despreciando a mi mejor amigo, a mi alma gemela. Soy imbécil.
     Pero al menos me queda la seguridad de que intentaremos seguir manteniéndolo. Ya no será lo mismo, pero seguro que sí igualmente bueno.


jueves, 25 de agosto de 2011

Demasiado iguales (9)



   Poco a poco la frecuencia ha aumentado: hace diez días no queríamos lo mismo para beber; hace ocho, Alejandro hizo un comentario que yo no había pensado; hace siete, fui yo la que hizo uno ¡con el que él no estaba de acuerdo!; hace cinco, volvimos a tener un fallo de coordinación,...

   Y hoy ha sido el acabose. Hoy, domingo, hemos ido al cine. Hemos visto la última de Harry Potter, y, justo al salir, dimos un profundo pero corto suspiro (de esos que parece que estás soltando el aire tras contener la respiración) como preámbulo a nuestro comentario simultáneo. Pero resultó no ser el mismo, pues mientras el exclamó "¡Qué pasada!", yo dije "Vaya mierda". Nos quedamos paralizados y miramos al otro de reojo. "¿Qué has dicho?". A partir de ahí seguimos hablando los dos a la vez, pero el problema es que no decíamos lo mismo. Ninguno de los dos estaba escuchando al otro; cuando nos dimos cuenta, nos dirigimos a la heladería (yo me pedí uno cucurucho de trufa con trozos de chocolate blanco, y él de chocolate blanco con trozos de galleta) y mientras uno lamía su helado, el otro exponía un argumento. Ante todo, civilizados, como siempre... Pero no era igual que siempre: estábamos intentado convencer al otro. Teníamos posturas totalmente opuestas y opiniones completamente diferentes sobre la misma escena. Como si no hubiéramos visto la misma película. ... El civismo se acabó cuando el helado y empezamos a discutir de verdad (fíjate de qué chorrada).

     Muy mosqueados, nos hemos ido cada uno a nuestra casa. Bueno, yo he venido a mi casa, no sé qué es lo que habrá hecho él. Qué extraño me resulta. No sé realmente qué me ha decidido a escribir todo ésto. Quizá quiera dejar algún resumen de lo que ha sido mi vida durante estos dos años, porque, sea como sea, esto significa el final de una temporada.


Demasiado iguales (8)




   Sólo cinco días después, hubo algo nuevo. Esa vez fue un fallo en la coordinación. Aquel sábado estábamos invitados a una fiesta muy pija (sí, cosas que ocurren y no sabes bien cómo). Era una especie de cena/cócktel. Vamos, que había que ir medio de etiqueta. Le tocaba a Alejandro elegir el color de la ropa. Así que tres semanas antes, fuimos los dos a una tienda muy cara pija para dejarlo todo preparado. Como él tenía preferencia, fuimos primero a la sección de caballeros y empezó a probarse trajes y camisas. Finalmente, elegimos un traje negro muy caro elegante, una camisa menta claro y una corbata verde esmeralda oscuro. Todo muy elegante, bonito y tan caro, que el de la tienda nos comentó que, debido a una promoción, se podía llevar otra camisa y otra corbata. Yo no sabía que eso se podía hacer en las tiendas caras pijas, pero así fue. De modo que cogió una camisa azul oscuro que no habíamos visto antes (aún no me explico cómo) y una corbata fina negra.
     Así que, después de veinte minutos de haber llegado, Alejandro tenía su ropa y ahora íbamos a por la mía.
     Pero hay una cosa que a la gente le gusta mucho: los tópicos. Así que, tras hora y media, y treinta y seis vestidos, Alejandro y yo expiramos un tremendo suspiro, nos miramos y, sin ser necesarias ni preguntas ni respuestas, él se depidió y me dejó sola con mi pelea. Es lo mejor que pudo hacer, pues la dependienta me hizo probarme veintitrés vestidos más hasta dar con uno lo suficientemente elegante (osea, caro) y que al mismo tiempo no me hiciese sentir ridícula. Con lo que terminé con un vestido muy simple: palabra de honor negro con cintas azul oscuro. ¿Por qué demonios estas cosas serán tan carísimas, si se pueden encontrar diseños prácticamnte iguales por una minúscula parte del precio? Hasta tal punto iba mi paranoia, que no estaba totalmente conforme con mi elección por ser tan abundante en negro, como el traje de Alejandro. Pero como me gustaba mucho, me llamé tonta y listo.
     Y así quedó la cosa. No había razón para volver a hablar de aquello. Tan sólo salió un par de veces la conversación porque alguien me preguntara qué me había comprado; pero daba la exquisita casualidad de que, cada vez que comentábamos algo sobre ello, no estábamos los dos juntos. Y mira que ya hemos llegado a un punto en el que es raro no vernos uno al lado del otro.
     Total, que nada nos había preparado para la sorpresa...
     No lo llamo idiota porque me da la sensación de que me estoy insultando a mí misma que si no...
     Resulta que Alejandro tuvo un pensamiendo independiente. Bueno, él sostiene que fui yo. El caso es que él, al ver la camisa azul (recuerda que el añil es nuestro color favorito), cambió inmediatamente de idea con respecto a la otra, y decidió que se iba a poner la segunda. Claro, a él ni se le pasó por la cabeza que yo no hubiera pensado en lo mismo. En ese momento estuvo absolutamente seguro de que yo ya sabía, habría deducido, intuido,... que él se pondría la camisa azul.
     ¡Pero no! Yo no pensé ni por un momento que su/nuestra elección había cambiado. Yo, hasta que lo vi en la puerta de la recepción, ni siquiera imaginé que se pondría la camisa del mismo tono azul que mis cintas.

    Nuestra amiga Nerea me da mucha pena. Ella quería (y quiere) estudiar Bellas Artes; pero le tocó un padre idiota que le convenció de que no tenía ningún talento y que mejor estudiaba empresariales y así le daría un buen puesto en su empresa. Pero ella lo adora, y siempre está dibujando como el que come pipas. Por eso siempre lleva un estuche encima con lápiz, goma y colores básicos. ¿Quién necesita cámara de fotos si se tiene una amiga que dibuja rápido y no excesivamente mal? Además, cuando una situación es divertida, la gracia queda mejor plasmada en una caricatura.
     
     Este es un esquema de nuestras fachas esa noche:



     Según ella, está lleno de simbolismo:
    • los cuerpos miran cada uno a un lado, porque no nos llevamos bien.
    • el brazo une las figuras, porque, a pesar de todo, dice, estamos unidos.
    • Una figura se apoya en la otra, porque somos un equipo y nos ayudamos.
     Lo demás, dice, es un reflejo de nuestra personalidad, como las caras serias o las poses relajadas. El patilarguismo no sé qué siginifica.
     Es de imaginar las bromas que nos hicieron nuestro amigos por venir a conjunto (tal era nuestro cuidado que nunca nos habían visto así). Y si no se imaginan, lo siento, pues yo no quiero revivirlas.
     Estuvimos casi toda la noche de morros. Primero por tirria. Luego, por la preocupación: ¿por qué nos estaba ocurriendo ésto? Aunque, bueno, ya no estoy tan segura de que él estuviese pensando en lo mismo.





sábado, 20 de agosto de 2011

Demasiado iguales (7)

   ...Pero algo ha cambiado. Ahora las cosas son diferentes.
   La forma de ser de una persona se forma a través de los años que ha vivido. Un bebé es una página en blanco que se va rellenando con cada palabra que oye, cada escena que ve, cada sensación, cada experiencia. Algunas de las cosas de marcan de forma muy sutil; otras son muy determinantes. Es por eso que los gemelos y mellizos suelen ser muy parecidos en cuanto a forma de pensar, gustos, aficiones,... porque ellos han recibido la misma educación y sus experiencias son casi las mismas. Son sólo pequeños momentos los que han hecho que sean diferentes.
   Por lo tanto, que dos personas completamente ajenas entre sí sean exactamente iguales, es prácticamente imposible. De hecho, yo creía que de forma absoluta.
  Lo que tenemos Alejandro y yo es lo más insólito que podría haber imaginado nunca. Y es ahora cuando me estoy dando cuenta, cuando ya se va.
   No sé qué conjunto de circunstancias se ha dado para que en el mundo, y tan cerca, se hayan formado dos personas iguales. Pero lo que debería haber sabido es que es improbable que se mantenga. Porque por parejas que sean nuestras vidas, siempre habrá diferencias.
   No sé si "eso" que ha ocurrido le ha pasado a Alejandro o a mí. Sólo sé que algo ha sucedido.
   Hace algunas semanas empezamos a notar cosas extrañas:
   Estábamos en una clase mía. Me explico: lo tenemos acordado todo, y con todo me refiero a todo, como quién interviene en cada clase. Es decir, si nos surge alguna duda, en vez de preguntar los dos, pregunta sólo uno; si hay que pedirle los apuntes a algún compañero, no lo pedimos los dos, sino uno sólo;.... Y así con la ropa (cada día uno elige lo que se va a poner y el otro, en consecuencia, tiene que elegir algo diferente, para no ir iguales cual idiotas), los regalos de los cumpleaños (ya conté lo de Nerea),... Total, que estábamos en una clase en la que quien debe participar de forma activa soy yo...

   La profesora termina una explicación y comienza uno de sus silencios de asimilación, en la que todos, como el nombre indica, asimilian lo que acaban de oír, repasan mentalmente lo que ha dicho y, si alguien tuviera alguna duda, se comentaría allí en medio. Es una de los pocos verdaderos docentes que hay por la facultad.
   De repente, noto que Alejandro me da un codazo. Lo miro extrañada, reflejo de su cara. Con los ojos me está diciendo "¿Qué te pasa?" y en los míos de lee "¿Qué ocurre?". No le entiendo... ¡¿Cómo que no le entiendo?! Estoy desconcertada. Él está desconcertado. Entonces mueve la cabeza señalando a la profesora. Lo que quiere es que le haga una pregunta. ¡¿Qué pregunta?! En una esquina del folio que estoy usando le escribo:
   ¡¿Tienes una duda?!
   Él lo lee y me mira abriendo mucho los ojos, incrédulo. Se aproxima el papel:
   ¡Claro! ¿Tú no?
   ¡No! Me ha quedado todo muy claro.

   Alejandro tuvo que hacer su pregunta él solo. Estuvimos emparanoyados durante el resto del día. Apenas abrimos la boca. Tal fue la magnitud de nuestra extrañeza.
   Sin embargo, al día siguiente estábamos tranquilizados ya y no le dábamos importancia, pues seguíamos tan iguales como siempre.
   Pero las diferencias continuaron...


viernes, 19 de agosto de 2011

Demasiado iguales (6)

   Desde aquel momento estuve más dispuesta a ver las cosas de forma positiva. Era difícil,
pero lo quería conseguir. Y es que si lo piensas bien, tener a alguien que es igual que tú, pero no
eres tú, sino que es otra persona, vale por dos veces tú. ¿Se me sigue? Quiero decir que, fuese cual
fuese la discusión, yo tenía dos votos a mi favor. Era genial salirse con la nuestra.
   Total, que dándonos cuenta de que lo compartíamos prácticamente todo: amigos,
asignaturas, aficiones, gustos,... pensamos que era una soberana tontería mantener una actitud fría y
distante. Así que de verdad intentamos acercarnos.
   La cosa empezó bastante bien. Resulta que Alejandro, con el tiempo, terminó aceptando la
oferta de Adrián y nos encontramos en las pistas. Nada más comenzar, Adrián tuvo un tirón y
Alejandro y yo nos vimos frente a frente. Fue una bolea espectacular. Corríamos de un lado a otro
de la pista y no se nos escapaba ni una sola. Nuestro espectador, a los cinco minutos estaba
alucinando con nuestra coreografía. A los diez ya se había cansado de que el marcador no avanzase
y se fue a las duchas.
   No sé quién fue el que, a los treinta minutos sin parar, ya rendido, dejó que se escapase la
pelota. Los dos nos tiramos al suelo, jadeando. Más tranquilos, nos echamos una mirada cómplice y
sonreímos contentos por el satisfactorio ejercicio.
   ¡Qué alegría sentía mientras me duchaba! Creía que lo habíamos conseguido, que nuestro
aborrecimiento mutuo había acabado para siempre...
   Pero en realidad... Bueno... así fue, pero... después me decepcioné.
   Resulta que fuimos a almorzar los tres juntos. Alejandro y yo estábamos tan contentos por
nuestro aparente éxito que queríamos festejarlo de alguna manera. La cosa fue más o menos así:

—¡Vaya! Parecía que lo habíais ensayado -comenta Adrián.
—Sí, ha sido fantástico -dice Alejandro.
—Sí, fantástico -digo yo.
Los dos estamos comiendo pez espada. Para beber: CocaCola con mucho hielo.
—Estaréis agotados.
Mucho -decimos ambos. 
—Mmm, qué bueno está esto. Y, ¿qué le habéis comprado a Nerera para esta noche?
''La sombra del vi...Nos quedamos mirando el uno al otro. Adrián también nos mira, pero divertido.
—Tenéis un problema.
“Sí, mi problema es él”.
¿Qué hacemos? Pfff -suspiramos y miramos a Adrián-: ¿Tienes papel y boli?

   Y así iba a ser siempre. Ya no podíamos hacer muchas de las cosas por nuestra cuenta
porque resulta que tenemos que consultar con nuestro doble y/o echarlo a suertes. Por cierto: perdí yo.
   También intentamos tener conversaciones propias. Pero acabaron siendo de lo más
aburridas. Al principio era agradable hablar por fin con alguien sobre una afición tan en desuso
como es el hacer puzzles, entre otros temas. Pero es muy poco... espontánea una conversación que está como... ensayada, preacordada: tú dices un comentario sobre esto y yo respondo con un comentario sobre otro aspecto de la misma cosa. Civilizados, sí; pero poco naturales. No nos aportamos nada.
   No, lo nuestro no es hablar...
   ...lo nuestro es más bien el baile, la coreografía. Dejamos de intentar caernos bien el uno al
otro y nos centramos en ser un equipo. Digamos que... nos rendimos a la idea de tener una sombra,
un doble, un siamés. No nos consideramos amigos, sino más bien una carga, algo de lo que no te
puedes librar, pero que al mismo tiempo es complementario, te ayuda y lo puedes aprovechar.
Somos el dúo mejor sincronizado que se puede imaginar. De algún modo hemos acordado estar
juntos para ser uno solo. No conversamos, no... Es una relación un tanto... En realidad no nos
relacionamos; tan sólo, eso, bailamos: nos movemos en sintonía. Simplemente estamos siempre
juntos e, innecesariamente, acordamos cosas con la mirada.
   Así nos ha ido bien. Pero...