lunes, 25 de julio de 2011

25/7/2011 Querida Mary:

 Te vuelvo a escribir más pronto de lo que tenía pensado. Es que necesito consuelo. Necesito que me digas cómo hacer para superar esto. No puedo cambiarlo. Simplemente no puedo. Soy demasiado pequeña. Es curioso cómo me creo más grande que nadie, cómo soy capaz de verme mejor en muchísimos sentidos ante cualquier persona; y, sin embargo, cuando me doy cuenta de lo grande que es el mundo, de la infinita cantidad de cosas que hay que cambiar y que es absolutamente imposible que yo las mejore, de que mis ideas, mis pensamientos, mi moral, mis sueños, mi razón,... son NADA... Mi razón, que es lo más valioso que tengo, no es nada. Y si no es nada, es nada lo que tengo. Y sin nada más que las lágrimas que empujaban por salir y, finalmente, hoy han salido, ¿cómo voy a evitar que otros no las derramen?

 Dime, querida Mary, cómo hago para olvidar ésta sensación de vacío y pérdida, éste complejo de inferioridad que cada vez pesa más y llega a lugares diferentes, como al que ha llegado hoy. ¿Cómo me evado? Yo lo sé, pero siento que ya no es suficiente, que abandonar esta realidad y volver a la mía no haría más que retener esta desazón, reprimir las lágrimas que debería verter, para, finalmente, salir todas de golpe de nuevo.

 Mary, estoy perdida. Yo no pertenezco a esto. No es mi culpa y, ¿por qué la siento? ¿Por qué tengo que vivir aquí si no es justo?

 ¿Qué han hecho de nosotros? ¿Qué han hecho del ser humano? ¿En qué momento, a la cruel madre naturaleza, se le ocurrió crearnos? ¿Cómo es posible que, desde los principios mismos de la historia, la crueldad haya sido una constante? Dame respuestas, Mary, porque necesito saber. ¡Necesito saberlo! Esta ignorancia me está matando, me hace sentir vulnerable, tan pequeña,...

 También me pregunto, ya más serena, querida miss Bennet, qué época fue más cruel, si la tuya o la mía. Me pregunto en conjunto, si alguna época de la historia occidental fue... si no justa, al menos casi. A veces me decanto por la mía, porque con esto de la educación para todos, dejan ver cosas a través de un cristal blindado con pequeños orificios. Es decir, los que tienen el poder nos dejan ver y oler la justicia, la poseen, la manosean y la desfiguran... y nunca nos dejarán entrar en la sala. Son muy pocos los suficientemente capacitados para atravesar esa barrera; todos soñamos con ser alguno de ellos. Aunque, a veces, creo que no, que no quiero entrar en esa sala; porque dentro sólo están unos pocos, los más viles especímenes de la raza humana. No, a veces no quiero entrar ni con mi fin de destruirlos. Prefiero estar en este lado de la barrera, donde somos más, muy variados. Algunas veces prefiero mi idea de pedir ayuda para crear entre nosotros una nueva habitación donde no se admita más que la justicia, la concordia, la armonía,... Por soñar, que no quede, ¿no, amiga mía? ¿Tú me ayudarías? ¿Vendrías conmigo a construir mi utopía?

 Sí, soñar es muy bonito. Soñemos juntas, Mary. Yo soñaré que mi presente crea un futuro mejor; tú sueña que el tuyo no hizo el mí lo suficientemente malo como para no ser mejorado.

En fin, amiga, ya no se me ocurren más palabras que expresen mis sentimientos. Te volveré a escribir... quizás muy pronto.

Adiós.



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